Actualmente, 29 millones de mujeres juegan al fútbol. Sin embargo, en nuestro país, algunos equipos como el Celta y el Getafe todavía no cuentan con equipo femenino.
En este artículo os hablaremos de las principales lesiones que sufren las mujeres en el fútbol y de los mecanismos que las provocan. La mitad de las lesiones de menisco y ligamento de rodilla están relacionadas con el deporte, y en el caso del fútbol, la mitad de las lesiones afectan al tobillo y la rodilla. En el caso de las mujeres, no podemos obviar un factor fundamental: el hormonal.
Índice
Fracturas por estrés
Se producen por microtraumatismos repetidos sin que se genere una correcta reparación del tejido óseo.
En los lanzamientos a balón parado, es donde más carga recibe la base del quinto metatarsiano. En los regates (cambios de dirección), es la cabeza de dicho hueso la que sufre mayor impacto.
Diversos estudios han demostrado un aumento de las fracturas del quinto metatarsiano relacionadas con el uso de césped artificial. Otro factor de riesgo es la horma de la bota de fútbol, que no cubre adecuadamente la diáfisis y la base del hueso, lo que hace necesario considerar el uso de plantillas personalizadas como tratamiento preventivo.
Lesión del ligamento cruzado anterior (LCA)
El 31,8 % de las lesiones en el fútbol son del LCA, siendo entre cuatro y seis veces más frecuentes en mujeres debido a diferencias hormonales, anatómicas y funcionales.
Factores hormonales
Los ciclos menstruales (progesterona, estrógenos y relaxina) afectan al LCA. La relaxina aumenta la laxitud del ligamento, y los cambios hormonales pueden interferir con el control neuromuscular.
El mayor número de lesiones se produce en el periodo periovulatorio (días 14-15 del ciclo), por el aumento de los estrógenos. Aunque no hay evidencia científica concluyente, los anticonceptivos podrían disminuir el riesgo de lesiones del LCA.
Diferencias anatómicas
Las características anatómicas propias de la mujer suponen un aumento del riesgo de lesión:
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El ancho de la escotadura intercondílea en la mujer es menor que en el hombre, lo que podría generar más tensión en el LCA.
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La anchura de la cadera y pelvis es mayor, lo que incrementa la oblicuidad de los fémures y orienta la rodilla en valgo.
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El ángulo Q en las mujeres es de 8 a 17 º mayor que en los hombres, generando mayor estrés medial sobre el ligamento de la rodilla.
Factores biomecánicos
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Dominancia de los músculos laterales, lo que contribuye al valgo de rodilla.
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Activación temprana del cuádriceps respecto a los isquiotibiales, que también provoca valgo.
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Diferencia del 30 % entre la pierna dominante y la no dominante.
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Déficit en la activación muscular de la cadera, lo que favorece el valgo.
Tratamiento
El tratamiento consistirá principalmente en recuperar la amplitud de movimiento a través de cuatro fases:
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Tratamiento médico, que planificará el protocolo con un equipo multidisciplinar.
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Rehabilitación y readaptación, llevada a cabo por fisioterapeuta, preparador físico y podólogo. Se trabajará la fuerza mediante ejercicios isométricos y propioceptivos, tanto en seco como en el agua.
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Readaptación funcional, centrada en restaurar las funciones perdidas.
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Vuelta al trabajo en grupo, una vez superadas las fases anteriores.
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